En el momento en el que, gracias al auge de la novela, el hábito de la lectura se extiende a un amplio espectro social, aparece Las penas del joven Werther, primera obra de la literatura alemana que pasa a formar parte de la literatura universal. Tenía Goethe veinticinco años cuando la publicó, en 1774, y desde su aparición, se convirtió al mismo tiempo en un bestseller y en un clásico. Era un libro que, en plena explosión romántica, expresaba los sentimientos del lector sin pretender adoctrinarlo. Sin embargo, su popularidad ha perjudicado a veces el reconocimiento de su calidad literaria, que reside en su complejidad formal, la impronta contemporánea de su nueva concepción de lo trágico y la hondura psicológica de sus personajes. Werther no sucumbirá ante ningún fatum personal, o circunstancias externas, sino ante sí mismo, ante sus propias fuerzas destructivas, dando una nueva forma a lo inevitable de la tragedia. Además, al hacer una novela epistolar con un solo remitente, Goethe deja abiertas todo tipo de posturas ante la conducta de su protagonista y del resto de personajes, con los que teje un entramado de relaciones enigmáticas y complejas. Es el lector el que interpreta y crea. A partir de Werther, Goethe alcanzó en vida la inmortalidad del artista, del genio.