«La enfermedad de mi padre me llevó a reflexionar obsesivamente sobre los abandonos, momentos en los que perdemos algo tan valioso que, sin ello, nuestra vida, será otra vida. Y tendremos que acostumbrarnos. Al cambio y al dolor. Al cambio y a lo que quede de nosotros. Al cambio y a la relación con los demás. A nuestra impotencia. A nuestra desesperación. Porque algún día, por un instante, volveremos a sentir calma, serenidad, ternura. Ilusión. Y ganas de vivir».