¿Qué harías si una esfinge mágica pudiera revelarte el día y la hora de tu muerte? ¿Te atreverías a consultárselos? Y si te dijera que ibas a morir la semana próxima, ¿qué harías en tu última semana de vida? Espero que nunca tengas que hacer frente a una situación como ésta, pero, en todo caso, el tema de la muerte siempre ha estado presente en la vida de los seres humanos, hasta el punto de que muchos de los grandes pensadores lo han considerado el problema más importante, lo que más nos define: somos seres conscientes de que vamos a morir. Pero no sólo nos preocupa la muerte, sino también el envejecimiento, pues en la vejez vemos el destino inexorable que nos conduce a la muerte, el agotamiento de nuestra energía vital y de las ganas de seguir viviendo. Tolstói, en dos espléndidos relatos, La muerte de Ivan Ilich e Historia de un caballo, nos pone frente a la ineludible tarea de pensar el sentido de la propia muerte y el destino de las personas que llegan a viejas y nos hace ver hasta qué punto la vida, su sentido, puede cambiar cuando la muerte se hace presente o cuando la vejez provoca que los más jóvenes arrinconen a los ancianos.