A todos aquellos que han soñado alguna vez con marchas, asedios, conflictos, "tempestades de acero", y han deseado verlos o participar en ellos; a quienes confunden patriotismo con ardor guerrero y desprecian a los que opinan que el hombre es más importante en una granja que en el campo de batalla; a quienes creen todavía en "grandes hechos", "hazañas impresionantes", "gestas guerreras", "magníficas luchas" y en la dudosa gloria derivada de la guerra.
Tal podría ser la dedicatoria de este libro lúcido y desmitificador, del que dijo el novelista Joseph Hergesheimer: "A partir de entonces, todas las novelas de guerra tenían que ser diferentes".