Los seres nocturnos no están hechos para la luz del día. El búho Uho, que era muy sabio, ya había prevenido acerca ello al fantasmita. Pero el fantasmita no quiso hacerle caso. Era tanta su curiosidad… Y, además ¿quién hace ya caso de un viejo búho? El fantasmita, si bien vivía feliz, estaba algo cansado de vagar de noche por el castillo de Piedramochuelo, entre viejos retratos y armaduras, y de jugar con los murciélagos que revoloteaban alrededor de las altas torres. Así que decidió ser un fantasma de día. ¿Qué pasó entonces? Primero: que al exponerse a la luz del sol, el pequeño fantasma se volvió negro como el carbón.
Y luego: que su presencia diurna en la ciudad de Montechuelo, trastornando sin querer la antes plácida vida de sus habitantes, originó las divertidas aventuras, los inquietantes acontecimientos y los insospechados lances que se relatan con todo detalle en este libro. Pero… no anticipemos el desenlace. Os deseamos, eso sí, que disfrutéis con la lectura de estas páginas y con la contemplación de los muchos dibujos intercalados en ellas.