Aunque la lírica de Pedro Salinas sea la parte más conocida y estimada de su
obra, los escritos de crítica literaria y ensayísticos del gran poeta le
acreditan también como un extraordinario y agudo prosista. El defensor es
una colección de cinco ensayos escritos durante su exilio puertorriqueño,
entre 1942 y 1946. Tienen en común «la preocupación por el riesgo en que se
ven hoy día algunas formas tradicionales de la vida del espíritu». En
concreto, estos ensayos son una defensa de la carta y de la correspondencia
epistolar como manifestación de recogimiento y meditación, de la lectura
fértil y reposada, de la capacidad creadora de las minorías literarias, de
los viejos analfabetos frente a los neoanalfabetos que han renunciado por
voluntad propia, parcial o totalmente, a su capacidad de lectura;
finalmente, del lenguaje, instrumento prodigioso para la expresión del
propio ser y la convivencia con el prójimo.
Como señala Juan Marichal en el prólogo de El defensor, «Salinas no es un
ensayista introspectivo o egoísta. Sus ensayos están abiertos hacia la vida
de su tiempo, de su mundo histórico. Son ensayos de espectador, o, más
precisamente, de ³veedor² y de ³oidor² de la vida coetánea: porque en sus
ensayos Salinas da rienda suelta a sus entusiasmos ?¡y qué capacidad la suya
para la sanísima admiración!?, pero también sopesa y condena muchas
actitudes y muchas injusticias».