¡Pachunga! ¿Y ahora qué hago contigo?, exclamó mi tío Nino viéndome de arriba abajo. Así es él, si está contento, aúlla de emoción, y si no le hace gracia, igual te lo dice con voz de orquesta.
Es chistoso, pero mis papás no le tienen paciencia. Bueno, ni a mí, ni a las mascotas, ni siquiera entre ellos. Se van a ir de viaje solos, a ver si así solucionan sus problemas. Y mientras, yo tengo que vivir con Nino y sus treinta mil reglas raras.