Haru da la señal. Comienza la danza de movimientos para colocarse del modo adecuado. Las piernas, los hombros, la mirada, las manos, el arco. Relajación, concentración, observación. Todos respiran a la vez, con la pausa necesaria para mantener la calma. Nada los distrae. Ni el vuelo de las aves ni el balanceo de las ramas de los árboles más próximos.
A la vez, como una sola, las cuatro flechas salen volando rumbo a su destino, como pronto harán los alumnos al marcharse del dojo.