«Al acercarme a Europa no volvía a una raíces, que por lo demás siguen teniendo algo de aéreas y cuyos filamentos más antiguos proceden de Oriente. Volvía a un terruño rico y diversificado, en el que cada cultura ha producido una parte de mí mismo. Puedo beber en la fuente de la cultura singular, sorprendente y loca del pequeño continente, las aspiraciones universales que nunca abandoné. [...]
Por ello, la conciencia europea que me llega no me induce en modo alguno a rechazar la conciencia planetaria, pues se provincializa en ésta. Esta conciencia europea no es hija de la prosperidad europea [...]. Me llega de lo que Patocka llama “la miseria de la caída” y que exige pensar Europa y considerar nuestra comunidad de destinos antes de considerar la comunidad de designios».
(Del Prólogo de Edgar Morin)
Para concebir Europa, Edgar Morin nos invita a un viaje por la historia de este continente, por las diversas contribuciones culturales y accidentes sombríos que desde Grecia hasta la modernidad la han dividido y unido. Los europeos llevamos ya un buen trecho de camino juntos, pero más que nunca, Europa es un continente en construcción, una «obra abierta» que hay que seguir pensando.