La belleza de Noruega es incomparable. Desde los majestuosos y mundialmente célebres fiordos hasta la sobrecogedora tundra ártica, pasando por blancas playas, brumosas y melancólicas islas de pescadores, enormes y oscuros bosques, insólitos glaciares o escarpadas montañas.
El hálito de la antigua historia del país se siente en cada rincón. Omnipresentes vikingos, preciosas iglesias de madera tocadas por múltiples cabezas de dragón, catedrales góticas al borde del fin del mundo, misteriosos ritos chamánicos del ancestral pueblo Sami. Todo esto y mucho más muestran la riqueza del pasado y presente de este país.
Hoy en día, Noruega se debe disfrutar tanto en sus escenarios naturales como en sus ciudades y pueblos. El amante del aire libre podrá practicar el senderismo, la pesca, el alpinismo, la bicicleta, el esquí, el rafting..., incluso el trineo de perros. El urbanita no dejará de apreciar el sosiego y la belleza que caracterizan cada una de las ciudades y pueblos, desde la cosmopolita Oslo hasta el lejano e inhóspito norte. Ciudades verdes, cómodas, pensadas para las personas, llenas de niños y gente joven, repletas de cultura y personalidad. Pueblecitos bucólicos de casas blancas de madera junto al mar. Y, por supuesto, fenómenos tan inverosímiles y extraordinarios como el sol de medianoche y la aurora boreal.